domingo, 21 de dezembro de 2008

Diário Clarín - domingo 21, diciembre 2008 - Argentina

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Era un clásico, con lo que siempre representa. Pero era -especialmente- una final. Y con agregados. Discusiones, acusaciones, sospechas. Todo el folclore del fútbol argentino. San Lorenzo llegaba con el aval de una gran campaña en la primera mitad del torneo y una recuperación nítida en las últimas fechas. Y con una victoria ante



Tigre de alto nivel. Claro, entregaba una ventaja, justamente por la cercanía de ese partido frente a los seis días de descanso de Boca. ¿Y Boca? En un torneo de irregularidades en el que no pudo contar con Palermo y casi tampoco con Palacio, protagonizó una levantada espectacular que le permitió descontar la larga ventaja de San Lorenzo e incluso pasarlo por dos puntos a tres fechas del final. Pero no le habían sobrado lucimientos al equipo de Ischia más allá de las presencia imprescindible de Riquelme.

Pero poco importan (casi siempre) los antecedentes cercanos en estas definiciones. Porque empiezan a jugar otros aspectos. El carácter, la experiencia, el oficio de finales. Y los expuso Boca, evidentemente, aunque a la madurez de Ibarra, de Cáceres, de Morel, de Battaglia y de Riquelme, por ejemplo, la completen pibes como García, Roncaglia (o Forlín) y Viatri. Por eso ganó, se supone. Porque supo exponer su personalidad de equipo acostumbrado a las paradas difíciles. Absorbiendo, incluso, el impacto de una falla garrafal del arquero García que le permitió a San Lorenzo llegar a una igualdad que le estaba costando alcanzar por méritos propios.

Resultó un desarrollo de escasos relieves técnicos, claro. Como suele ocurrir cuando cuentan más las emociones que el pensamiento y las habilidades. Y poco pasó en la primera mitad. Boca tuvo por más tiempo el control de la pelota. Pero llegó apenas con un disparo desviado de Viatri y con un centro bajo de Dátolo que cruzó el arco sin que pudiera aprovecharse. En San Lorenzo no aportó mucho -esta vez- Barrientos, estacionado por la derecha y con poca participación en el armado de jugadas ofensivas. Y tampoco fue decisiva la labor de Solari. Dos cabezazos fueron el aporte del equipo en toda la etapa. Uno de Silvera, en el primer palo, desviado, y otro de Bergessio, en el segundo, que salió muy cerca.

Un hecho desgraciado provocó un gran susto cuando Silvera y Forlín chocaron sus cabezas y debieron ser internados. Hubo un efecto expansivo que enturbió más el juego. Y San Lorenzo sufrió doble: Chávez, el sustituto de Silvera, también se sintió y debió salir (entró Menseguez). Parecía que nada pasaba. Pero un córner de Riquelme le permitió a Viatri meter un cabezazo goleador, con roce en la cabeza de Barrientos.

Boca salió con la peligrosa intención de aguantar en el complemento. Al cabo, un eventual empate no lo descolocaba tanto. Se agrupó cerca de su área y esperó los embates poco claros de San Lorenzo. La apuesta era a alguna habilitación de Riquelme para Figueroa, porque Viatri colaboraba en el medio. Hasta que se dio un hecho clave: Solari disparó, de derecha, desde lejos. Era una pelota fácil, pero se le escurrió a García y se transformó en empate. Iban sólo 17 minutos. El estruendo de la gente empujó a San Lorenzo. El título estaba a un paso de gol. Boca parecía herido. Baldassi, que sacaba amarillas por doquier, amonestó a Vargas y a Riquelme. Ya no podrían estar en el partido contra Tigre. Pero en la cancha ya estaba el reclamado Palacio (por Figueroa). Y ese fue el dato clave.

Una obra de arte fue el segundo de Boca. García contuvo un cabezazo de Aguirre. Y a modo de reivindicación sacó un pelotazo de 70 metros para Dátolo, por la izquierda. Este lanzó un centro largo. Román llegaba por la derecha y de aire la cruzó al medio por donde llegaba Palacio, quien definió con precioso zurdazo. Dos a uno.

Y San Lorenzo perdió la cabeza. Primero se fue expulsado Aguirre, después Bergessio. Y Chávez (reemplazante de Vargas) le dio el golpe de gracia con un zurdazo desde afuera. Tres a uno.

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